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Bostezos contagiosos

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  • Naturaleza
  • — 4 May, 2010

bostezos-contagiososArtículo por: José Fco Zamorano Abramson.

A todos, sin duda, les ha ocurrido que una vez que observan a alguien bostezar es casi imposible evitar el contagio. De hecho, la mayoría de las veces no somos conscientes de quién nos ha contagiado el bostezo o a quiénes se lo hemos contagiado. En la escuela y después en la universidad (sí, he de reconocerlo, también en la universidad) muchas veces me divertía autoinduciéndome bostezos para luego ver como estos se propagaban y se contagiaban por el aula. Que yo lo hacía por aburrimiento, parece evidente, pero claramente el bostezo se contagiaba incluso a los que estaban entretenidos con las clases. Parece que no es una conducta necesariamente relacionada con el aburrimiento. ¿De dónde vienen, entonces, los bostezos y por qué son tan contagiosos?

El bostezo es una de esas conductas que, si bien en apariencia es simple, encierra un gran misterio. De su comprensión derivan muchas explicaciones y aplicaciones al entendimiento general de por qué nos comportamos como nos compartamos y qué patrones son compartidos o nos distinguen de otras especies animales. La mayor parte de los vertebrados bostezan, ya sean homeotermos (animales que mantienen su temperatura constante independiente de la temperatura del ambiente) o ectotermos (de temperatura controlada por el ambiente), ya sean herbívoros, fructívoros, insectívoros o carnívoros, ya provengan de mundos submarinos, terrestres o aéreos. La existencia de bostezos en reptiles, e incluso en peces, confirma el origen evolutivamente antiguo de este comportamiento. Bostezar suele estar acompañado por el comportamiento de estirarse (ver esa fea y sana costumbre de estirarse en público). Curiosamente el patrón de movimientos de estas combinaciones permanece prácticamente idéntico en todas las clases de vertebrados. En todos se asocia con estados de transición o cambios de comportamiento entre las tres fases de ritmos biológicos que de manera recurrente y cíclica sostienen y tienen lugar en la vida de los vertebrados: la alternancia vigilia-sueño, la regulación de la saciedad y las regularidades reproductivas. De ahí que cada vez susciten más interés en los científicos, ya que testimonian procesos de equilibrio interno (homeostáticos) adaptativos que son indispensables para la vida, que ya están presentes en los vertebrados más antiguos y que, por lo tanto, podrían haber surgido en antepasados comunes a todos los animales vertebrados.

Lo medular es que en la mayoría de los vertebrados el bostezo ocurre debido a una estimulación interna, es decir, ocurre por estímulos internos característicos de las adaptaciones y los procesos de la homeostasis en los tres relojes biológicos internos o áreas de comportamiento previamente mencionadas (vigilia-sueño, saciedad y reproducción), por lo que no existen estímulos del medio ambiente o una razón externa que sea visible que lo desencadene. Por ejemplo, el bostezo ocurre en los humanos incluso dentro del vientre materno.

Pero existe una excepción a esta regla: en los seres humanos, el bostezo también ocurre por contagio. Este contagio es sumamente importante, ya que reflejaría nuestra capacidad de ser influenciados por el comportamiento de otro de manera automática e involuntaria. En este sentido, el contagio del bostezo es una de las formas elementales de empatía corporal o kinésica y sería, por lo tanto, instintiva. Esta capacidad estaría basada en estructuras del sistema nervioso compartidas, tales como las neuronas espejo y otras estructuras neuronales, algunas de las cuales es necesario que deban estar desarrolladas, pues el contagio del bostezo no se produce antes de los dos años de edad. Esta correlación entre una capacidad básica para la empatía y el fenómeno del contagio de bostezo se ha demostrado científicamente, ya que algunas personas con dificultades para establecer relaciones interpersonales debido a alguna patología o a una lesión cerebral no suelen bostezar cuando ven a alguien hacerlo. Así, un estudio realizado en el 2006 por investigadores japoneses con niños autistas aportó evidencia en este sentido. Se evaluó la reacción de niños autistas y niños sin este trastorno cuando miraban videoclips de personas bostezando y simplemente moviendo sus bocas. Los investigadores hallaron que los niños con autismo, un problema de desarrollo que afecta severamente la interacción social y la comunicación, incluida la empatía, bostezaban menos que los otros niños durante la visualización de los videos de personas bostezando y bostezaban la misma cantidad de veces que los otros al mirar el video de las personas que sólo movían sus bocas. Parece que la la empatía era la clave de esta diferencia.

Siempre se ha creído que tanto la empatía como el contagio eran fenómenos exclusivamente humanos. Sin embargo, hace poco años, en el 2004, James Anderson y Tetsuro Matsusawa probaron la existencia del contagio del bostezo en los chimpancés. Los chimpancés bostezaban en mayor número de ocasiones después de visualizar vídeos que contenían bostezos de congéneres, al igual que ocurre con los seres humanos.

Recientemente (2008), un estudio publicado en Biology Letters presenta evidencia de que a los perros domesticados también se les puede contagiar el bostezo humano, lo que sugiere que estos animales son capaces de tener empatía con las personas. Los investigadores llevaron a cabo un experimento con 29 perros a los que se sometió a dos condiciones. En la primera, el perro se situaba frente a una persona que bostezaba cuando los animales tenían contacto visual con ellos. En la segunda, la persona sólo abría y cerraban la boca sin emitir sonido alguno (al igual que en experimento previamente mencionado con los niños autistas). Pues bien, lo que se encontró es que la mayoría de los perros bostezaba con mayor frecuencia cuando las personas frente a ellos lo hacían, mientras que no ocurría esto, repetir el gesto, en la condición en la que los humanos solo abrieron y cerraron la boca. Esta capacidad de contagiarse el bostezo podría ser parte del “pack” de adaptaciones que se han seleccionado en los perros en su proceso de “adaptación para vivir con el ser humano”: capacidades para empatizar y comprender a los humanos, para leer los gestos comunicativos, , etc. En todo caso, no siempre es tan fácil contagiarle el bostezo a un perro. Pruebe usted mismo con el suyo a ver si le va mejor que esta señora:

Seguramente usted bostezó mucho mas que el perro ¿me equivoco?

El contagio del bostezo, pues, parece ser un reflejo de la capacidad de empatía de la especie. Pero, además, y precisamente por esto, puede jugar un importante papel en la vida social de la misma. al permitir “sincronizar” a los miembros de un grupo social, a través de la sincronización de sus niveles de vigilia. Y es que la coordinación en nuestros relojes biológicos con el resto de nuestro grupo puede suponer una gran ventaja para nuestra supervivencia. Esta teoría sobre la función social del contagio del bostezo se va viendo reforzada cada vez más a medida que se descarta la hipótesis de que el bostezo corresponda a una compensación respiratoria para lograr más oxígeno.

Bueno, espero no los haya hecho bostezar mucho con este artículo. En cualquier caso, no se preocupen, pueden seguir bostezando, perdón empatizando, ya que no lo voy a tomar como señal de aburrimiento.

Más en: De lo animal, lo humano y lo divino

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Tags: Comportamiento animal

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1 Comentario

  1. Empatía animal | Jacobita Magazine dice:
    14 julio 2011 a las 11:26

    […] Si la atribución de emociones se discute, aún más polémico es el aceptar que estos puedan llegar a ser capaces de sentir lo que otros sienten, es decir, de tener la capacidad de empatizar, “sentir y padecer” lo que el otro padece. Y mucho menos, que a partir de este sentimiento decidan ayudar a otro. La empatía, palabra que etimológicamente proviene del vocablo griego antiguo εμπαθεια, formado por εν, “en el interior de”, y πάθoς, “sufrimiento, lo que se sufre”, tiene sus bases neurológicas en las llamadas neuronas espejo (una de sus manifestaciones más básicas, en el caso de los seres humanos sería el contagio de los bostezos). […]

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